Es obvio, evidente y demostrable mi fasZinación por la Enfermería, una profesión apasionante aún por descubrirse en todo su máximo potencial. Un gigante dormido a punto de despertar…, que remansa preparándose para saltar por el único cauce que le conducirá inequívocamente a la máxima responsabilidad de desarrollo pleno en Cuidados de Salud.
Sorprendida y fascinada por los profesionales que en este último recorrido he tenido oportunidad de ir conociendo de una manera u otra, virtual o presencialmente. Profesionales con talento y sobradamente preparados que suman experiencia y recorrido en distintas áreas clínicas y de gestión, profesionales serios, de rigor, profesionalidad y referencia en distintos ámbitos de desarrollo y competencias. Profesionales plásticos, versátiles y creativos, profesionales disruptivos y transgresores, con ganas de partir la norma a la mitad para crear otras nuevas de inspiración fresca, participativa y contemporánea. Profesionales aguerridos y peleones por causas justas y necesarias de los que necesitan apoyo y respaldo de otros más, para la consecución de logros y adquirir peana y solidez. Profesionales contundentes y firmes en sus propósitos y en sus ganas, que día a día dan cuerpo y esencia al trabajo que desempeñan.
Profesionales que creen, que el día llegará y éste, está cada vez más cerca. Un próximo día, en el que las condiciones de la oferta y el desempeño de trabajo, estén previstas por enfermeras, para enfermeras. Un día en el que la dirección plena, la evaluación de sus servicios y producto (acostumbrémonos) justificará la mejora sustancial en salud y el necesario papel integrador entre las disciplinas, desde el protagonismo adquirido y reconocido sin complejos, ni prejuicios, por la Administración y por los aspirantes a gestionar la salud de pacientes y ciudadanos, en el contexto de las organizaciones e instituciones.
Quizás, estén pensando que demasiado optimismo para un panorama tan mediático en lo que llevamos hasta hoy, en este mes de diciembre de 2016 y que no se bien, si pedir con los ojos cerrados que acabe ya, o con una actitud por el contrario muy compartida “madrecita que me quede como estoy”, ya lo deja bien referenciado nuestro entrañable editor Fernando Campaña, “el monstruo de las sorpresas”, por su grandeza y capacidad de fasZinarme (nos), en Nuestra Enfermería.
Muchas asignaturas pendientes para sostenernos en el optimismo, pero inevitablemente como algo que me atrapa y me ciega, creo en ello y en el coraje necesario para restar camino a ese día. Sin embargo, ese optimismo no trata de ser solo un contagio inhalado, no es oír, ni escuchar un discurso, cual arenga motivante y efímera... a la salida por la primera puerta. Es un camino continuo, de día a día, de erradicación, de contracultura, de posicionamiento, tratando de ganar tierra al mar con buenos bloques y hormigón. Esto, trata de decir, basta ya, estoy aquí, yo decido, es mi criterio, no estoy de acuerdo, no lo comparto, dispuesto a llegar a un consenso, podemos discutirlo, el paciente también opina, creo que debemos escuchar a otros profesionales… por qué me haces esto…?, así no...!
Hablamos muchas veces de todos los problemas que acucian a las enfermeras, cualquiera de nuestros hijos y allegados podrían recitarlos de inicio a fin sin titubear, problemas poco visibles en cuanto a resonancia mediática que quedan en la sala de un “estar”, en pocas salas de reunión o sesiones y en muchos cafés de decoración transatlántica.
Nunca hemos llegado a tener un tratamiento, como dice una buena amiga, “Medina Sidonia” pero la dignidad no se gana a golpe de título nobiliario, la dignidad profesional se lucha o se tiene como renta heredada, en nuestro caso, la lucha del día a día, las herencias... no son nuestras.
Lucha, contra la política coercitiva que impide el crecimiento y desarrollo, lucha, contra los que nos representan, por la falta de impulso y transparencia. Lucha contra los que nos gestionan porque desconociéndonos, nos imponen directrices obsoletas que restan valor profesional y por tanto ofertan un producto final mermado y hueco, aumentando la ineficiencia intangible y por ello finalmente caro. Lucha contra los representantes de distinto orden de arriba abajo y de extremo a extremo. Lucha contra direcciones oportunistas y de aprendizaje obsoleto, si es que alguna vez aprendieron algo, que solo entienden la gestión como una forma de “mandar” y ampliar la medida física y el espacio vital a lo ancho. Gestores de innegociables propuestas y decisiones sujetas al porque yo lo mando y no…lo valgo, sin respetar el ejercicio que le corresponde a su desempeño bajo principios éticos de responsabilidad profesional y de la propia institución. Lucha contra el día a día de mandos intermedios “anclados” en la permanencia sin evolución, ni crecimiento, ni propuestas de mejora en sus áreas por un “estatus social”. Lucha contra las sectas y facciones de líderes deconstruídos y poco creíbles hoy, que quizás ayer, pudieron ser nuestros referentes, pero hoy su mecha está quemada por el egoísmo de la permanencia involutiva de no querer enriquecer y sí enriquecerse con el interés, ilusión, trabajo, creatividad y producto de los creyentes en “otra forma es posible”, la desinteresada.
Un camino que me recuerda al artículo del pasado domingo de Rosa Montero, Malditos sean los tibios. Los auténticos culpables de que la vida pueda ser tan cruel son los tibios de corazón. Permiten con su indiferencia que el Mal campe a sus anchas.
Un camino largo y corto…, depende de la velocidad, de las etapas que queramos marcar, del optimismo, de la sensatez y de la perseverancia, de la valentía… un camino imperativo de sueños no regalados, un camino…de sueños realizables.
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