lunes, 1 de mayo de 2017

CULPABLE



Una primavera más, donde todo parece igual… pero se agradece la llegada. Los días son más largos y la luz del sol más brillante.
Ayer Menchu me contaba lo preocupada que está porque su Vicente no se cuida, ha estado ingresado recientemente y aún no se ha recuperado.
-Está muy débil, respira como puede, tiene que hacer bien los inhaladores, como le dice la señorita, ya sale a pasear, muy poco, pero no hace caso de nada. Ha cogido frio y se ha vuelto a poner malo, se paró en la calle a charlar y…cogió frío.
Él, Vicente, replica que le cansa que le repita y le diga una vez y otra lo que tiene que hacer. Si, se paró a saludar a unos amigos que le llamaron y en la calle hacía viento frío.
–Pues hay que resguardarse, desde entonces estás con flemas otra vez, y no hay forma señorita, de que se cuide, y yo estoy todo el día cuidándole para que no se enfríe, para que esté todo limpio por si el polvo le hace daño, no voy ni a la playa, ni salgo con amigas, siempre con él desde que está enfermo. Yo trabajaba y le cuidaba y ahora que me he jubilado sigo cuidándole pero…no hace caso. Se enfada… y me insulta, si…jum…no vea…- y asiente varias veces con la cabeza, como quien muestra confesión de pecado. El permanece impasible mirando hacia abajo y arriba, como distraído y se pasa la mano por la barbilla.  -Ella es la que se tiene que cuidar, no se cuida nada, no hace caso a nada, ha estado “mala” y no ha ido al médico, no ha dejado a la hija ni a mí, llamar para pedir cita.- Replicó Vicente.

Virginia es una mujer entusiasta, feliz con aquello poco que puede tener y lo transmite. Detrás hay una mujer coraje, afectada “por el bronquio”, como ella dice, y aunque ahora está mejor, es una incumplidora, en términos de adhesión terapéutica, deliberada e inconsciente. Un síndrome de solapamiento, la tiene atrapada entre inhaladores. Fue fumadora –hace ya dos años que no fumo- y sonríe orgullosa, pero cambia el semblante cuando responde al preguntarle si su marido fuma… -mucho, no para, está agobiado y enfadado, gruñe, no reconozco a mi marido, con lo que era… y me afecta… ha estado en el paro mucho tiempo, volvió a trabajar pero ahora está otra vez-.  Virginia es de esas mujeres vivarachas, sonrientes, capaz de hacer sorteo entre dificultades y de repartir un cuarto entre diez a partes iguales maneja varios dispositivos pero no se administra todos, - …te voy a decir una cosa, bueno si, a ti te lo puedo decir…- y busca mi aprobación, -en mi casa, estamos todos de los bronquios.
Ella que es lista como si la vida le hubiera dado razones, identifica claramente su disnea si le “pega la fatiga”, y sabe qué inhalar si la fatiga aprieta, si es matinal o de esfuerzo y economiza con algún dispositivo… porque es el mismo que toma su hija… y ahí me hace un guiño con un gesto cómplice buscando aprobación…y de nuevo como si de confesión de pecado se tratara. Seguro que le afecta el humo y...el humor.

-Buenos días-,
-Buenos días Santiago, qué te pasa, te veo apurado…te he visto nervioso cuando he salido.
-…estoy mal, no sé cómo decirlo…
-Prueba, no tengas miedo, no pasará nada.
-He recaído, he vuelto a fumar, no tengo perdón, te he fallado, no tengo excusas, no sé qué me va a pasar, tengo revisión en cardiología, quieren ponerme un aparato en el corazón, pero mal estoy muy mal. Salgo a dar un paseo y entro a tomar un café porque tengo mucho tiempo libre y claro…un café y…fumo.
-…
-…
-Lo sé, no puedo, no debo… no sé cómo voy a hacer, me tengo que ir a algún sitio, no sé, solo, dónde no haya nadie, fuera de aquí, hasta que se me pase, no se…
Y me mira...me observa, como si de confesión de pecado se tratara.     

Pacientes que requieren acompañamiento terapéutico, alfabetización, educación en su proceso de enfermedad crónica, apoyo terapéutico, terapia conductual, deconstrucción de creencias… y confianza, mucha confianza, para establecer el vínculo de la relación terapéutica necesario. Esa relación de ayuda, de negociación intersubjetiva en la que a través del discurso establecemos y construimos el binomio salud-enfermedad. Un proceso en el que el método contempla la transmisión de los significados entre personas y grupos, conscientes del potencial de curación de esta relación terapéutica.
En la comunicación terapéutica el paciente es el protagonista, el que habla, y el profesional el que escucha y lo acompaña en su proceso de elaboración. Para ello, requiere habilidades y conocimientos pues se trata de favorecer su autonomía, intentando que alcance el mayor bienestar. Se trata de una relación vivificante cuando el profesional conoce sus posibilidades y es capaz de poner en movimiento el potencial y recursos que tiene el paciente o la comunidad para hacer frente a su situación, fomentar la autoeficacia sin dependencias, en una relación de apego y transmisión que es buena también para el profesional, pues facilita el crecimiento personal y laboral. 
 ¿realmente nos podemos desligar de una intervención paralela, reflexiva y necesaria dirigida al logro  que nuestros pacientes han de alcanzar? O esperaremos a la siguiente primavera…

A veces creo que la primavera es una estación intermedia para avivar, desempolvar y desapelmazar los lastres del largo invierno, como si de vieja lana se tratasen.



2 comentarios:


  1. La comunicación es clave en nuestras profesiones, y como tal una habilidad a cultivar y mejorar. Gracias Zulema.

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  2. Así es, escucha activa y afectiva, sin generar dependencias para poder trabajar problemas. Trabajar con la autoeficacia. Gracias Pablo.

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Respeto y sentido, del común también