Una primavera más, donde todo parece igual… pero se agradece
la llegada. Los días son más largos y la luz del sol más brillante.
Ayer Menchu me contaba lo preocupada que está porque su
Vicente no se cuida, ha estado ingresado recientemente y aún no se ha recuperado.
-Está muy débil,
respira como puede, tiene que hacer bien los inhaladores, como le dice la
señorita, ya sale a pasear, muy poco, pero no hace caso de nada. Ha cogido frio
y se ha vuelto a poner malo, se paró en la calle a charlar y…cogió frío.
Él, Vicente, replica que le cansa que le repita y le diga
una vez y otra lo que tiene que hacer. Si, se paró a saludar a unos amigos que
le llamaron y en la calle hacía viento frío.
–Pues hay que
resguardarse, desde entonces estás con flemas otra vez, y no hay forma
señorita, de que se cuide, y yo estoy todo el día cuidándole para que no se
enfríe, para que esté todo limpio por si el polvo le hace daño, no voy ni a la
playa, ni salgo con amigas, siempre con él desde que está enfermo. Yo trabajaba
y le cuidaba y ahora que me he jubilado sigo cuidándole pero…no hace caso. Se
enfada… y me insulta, si…jum…no vea…- y asiente varias veces con la cabeza,
como quien muestra confesión de pecado. El permanece impasible mirando hacia
abajo y arriba, como distraído y se pasa la mano por la barbilla.
-Ella es la que se tiene que cuidar, no se cuida nada, no hace caso a
nada, ha estado “mala” y no ha ido al médico, no ha dejado a la hija ni a mí,
llamar para pedir cita.- Replicó Vicente.
Virginia es una mujer entusiasta, feliz con aquello poco que
puede tener y lo transmite. Detrás hay una mujer coraje, afectada “por el
bronquio”, como ella dice, y aunque ahora está mejor, es una incumplidora, en
términos de adhesión terapéutica, deliberada e inconsciente. Un síndrome de
solapamiento, la tiene atrapada entre inhaladores. Fue fumadora –hace ya dos años que no fumo- y sonríe
orgullosa, pero cambia el semblante cuando responde al preguntarle si su marido
fuma… -mucho, no para, está agobiado y
enfadado, gruñe, no reconozco a mi marido, con lo que era… y me afecta… ha
estado en el paro mucho tiempo, volvió a trabajar pero ahora está otra vez-. Virginia es de esas mujeres vivarachas,
sonrientes, capaz de hacer sorteo entre dificultades y de repartir un cuarto
entre diez a partes iguales maneja varios dispositivos pero no se administra
todos, - …te voy a decir una cosa, bueno
si, a ti te lo puedo decir…- y busca mi aprobación, -en mi casa, estamos todos de los bronquios.
Ella que es lista como si la vida le hubiera dado razones,
identifica claramente su disnea si le “pega la fatiga”, y sabe qué inhalar si
la fatiga aprieta, si es matinal o de esfuerzo y economiza con algún
dispositivo… porque es el mismo que toma su hija… y ahí me hace un guiño con un
gesto cómplice buscando aprobación…y de nuevo como si de confesión de pecado se
tratara. Seguro que le afecta el
humo y...el humor.
-Buenos días-,
-Buenos días Santiago,
qué te pasa, te veo apurado…te he visto nervioso cuando he salido.
-…estoy mal, no sé
cómo decirlo…
-Prueba, no tengas
miedo, no pasará nada.
-He recaído, he vuelto
a fumar, no tengo perdón, te he fallado, no tengo excusas, no sé qué me va a
pasar, tengo revisión en cardiología, quieren ponerme un aparato en el corazón,
pero mal estoy muy mal. Salgo a dar un paseo y entro a tomar un café porque
tengo mucho tiempo libre y claro…un café y…fumo.
-…
-…
-Lo sé, no puedo, no
debo… no sé cómo voy a hacer, me tengo que ir a algún sitio, no sé, solo, dónde
no haya nadie, fuera de aquí, hasta que se me pase, no se…
Y me mira...me observa, como si de confesión de pecado se
tratara.
Pacientes que requieren acompañamiento terapéutico,
alfabetización, educación en su proceso de enfermedad crónica, apoyo
terapéutico, terapia conductual, deconstrucción de creencias… y confianza,
mucha confianza, para establecer el vínculo de la relación terapéutica
necesario. Esa relación de ayuda, de negociación intersubjetiva en la que a
través del discurso establecemos y construimos el binomio salud-enfermedad. Un
proceso en el que el método contempla la transmisión de los significados entre
personas y grupos, conscientes del potencial de curación de esta relación
terapéutica.
En la comunicación terapéutica el paciente es el
protagonista, el que habla, y el profesional el que escucha y lo acompaña en su
proceso de elaboración. Para ello, requiere habilidades y conocimientos pues se
trata de favorecer su autonomía, intentando que alcance el mayor bienestar. Se
trata de una relación vivificante cuando el profesional conoce sus posibilidades
y es capaz de poner en movimiento el potencial y recursos que tiene el paciente
o la comunidad para hacer frente a su situación, fomentar la autoeficacia sin
dependencias, en una relación de apego y transmisión que es buena también para
el profesional, pues facilita el crecimiento personal y laboral.
¿realmente nos
podemos desligar de una intervención paralela, reflexiva y necesaria dirigida
al logro que nuestros pacientes han de
alcanzar? O esperaremos a la siguiente primavera…
A veces
creo que la primavera es una estación intermedia para avivar, desempolvar y
desapelmazar los lastres del largo invierno, como si de vieja lana se tratasen.
ResponderEliminarLa comunicación es clave en nuestras profesiones, y como tal una habilidad a cultivar y mejorar. Gracias Zulema.
Así es, escucha activa y afectiva, sin generar dependencias para poder trabajar problemas. Trabajar con la autoeficacia. Gracias Pablo.
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