Hay muchas razones para creer que a pesar de ser, el
nuestro, un sistema de salud maduro y “eficiente”, calificado como entre los
mejores del mundo y también envidiado por muchos de “nuestros vecinos”, el
escenario sanitario desde una mirada interior e introspectiva según el sentir
de muchos, es una auténtica jungla. De hecho y en términos de generalidad, cada
año que pasa, cada día mundial, cada acontecimiento, cada reivindicación, cada
voz, cada momento… creemos que el punto de partida para la reivindicación es el
mismo, que nada ha cambiado y que de nuevo esperaremos al año nuevo con más y
nuevos deseos sobre los que el anterior, no se cumplieron.
No es así del todo, solo lo parece. Son muchos los profesionales
sanitarios conscientes de que nuestro sistema es eficaz, y también que presenta
deficiencias, fisuras y parches poco resistentes en el tiempo. La repercusión
de éstas deficiencias son de gran impacto económico, y social y trasladan
cierta inquietud a los profesionales implicados. Creen estos profesionales que
dichas deficiencias no serán muy fáciles de sostener en el tiempo y por ello
debaten y proponen soluciones alternativas que reiteradas en el tiempo,
pudieran ya sonarnos como el estribillo aprendido de una dulce y tímida
melodía.
Pero es apreciable que a pesar de ser fundadas las
propuestas con retrospectiva y proyección, la voluntad política no adelanta ni
medio, ni tercio en el discurso, y por tanto lejos, el planteamiento de una
estrategia o planificación operativa. El desencanto al respecto y sobre el
suspiro de que alguien arroje un poco de luz en los asuntos pendientes, no ya
de cambios estructurales sustanciales, legislativos etc…que también serían
necesarios ante la inflexibilidad e ilógica actual, si no de replanteamientos
inaplazables, como la cronicidad, atención primaria, la cohesión autonómica,
gestión eficiente probada, control sobre la innovación y tecnología,
participación del paciente y ciudadano…, como decía, el desencanto, está en sus
cotas más altas.
Desde un punto de vista profesional exigiría una
revisión del modelo de ejercicio profesional basado en las nuevas relaciones
con el paciente y su participación, y en un marco en el que el profesional
pueda trabajar con calidad y seguridad sin que agentes externos, internos y
otras limitaciones devalúen su papel, función e interdisciplinariedad.
Borraría las barreras limitantes, las que permitimos y
las que nos imponen, las que nos autoimponemos y las colaterales, evitaría los coros,
esos que hacen el “bajo” como fondo de canto gregoriano el estribillo …”todos
juntos…pequeños gestos…cada día suma…, es cierto pero no es suficiente, es
lento y mortecino, repetitivo y reiterado.
Se necesita por tanto, audacia, se necesita personalidad,
se necesita traspasar barreras, se necesita poner voz en los distintos foros,
voz de firmeza en el debate, debates de verdades y compromisos, compromisos de
unos para con otros y que los atrevidos, los que tienen algo que contar, los
que destacan por su leal integridad en la participación, que sean escuchados
como transmisores de necesidades y que su mensaje se multiplique y cale. Que la
participación sea honesta y se agiten en debates con conclusiones, no en
despedidas contiguas, hasta el foro siguiente. Que se agite, que se agite y
mueva el profesionalismo maduro, el que aporta experiencia y conocimiento, que
sea considerado como condición de partida para contienda sobre el cambio de
modelo, profesionales sanitarios respetados y respetados por todos.
Y es que a veces, las insatisfacciones y
descontentos conducen a compartir visiones que tienen sentido y fundamento pero
también, mucho freno y obstáculo. Un menoscabo importante de la voluntad
e iniciativa de los profesionales a dar respuestas con soluciones operativas.
Algo que muchos desean y el sistema les impide.
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Respeto y sentido, del común también