Obligados a repetir situaciones que no nos agradan,
Julia volvía a ese nuevo encuentro entre diagnósticos, controles y pronósticos. Hace un
año que tomaba descanso y tranquilidad hasta nueva revisión.
Una cita... que surgió adelantada de un encuentro
casual.
Cuando Julia recorría el largo pasillo siguiendo la
línea roja y en busca del nuevo lugar de citación, una voz tímida de
fondo…Julia!, y ella tardó segundos en reaccionar, seguramente por inesperada,
una voz delicada en un pasillo de alto tránsito. Volvió la cara y buscó entre
personas ajenas hasta que localizó una cara de gesto sereno, amigo, y de
sonrisa blanca. Sorprendida gritó sin contención, -¡hola!, por fin, una cara
amable-, y él sonrío aún más.
Se abrazaron fuerte, como la gente noble que no
esconde y que no traiciona, como transparentes y lúcidos de sentimiento,
conscientes de que como quien del mar hubiera llegado a tocar tierra, el otro
sabe, que aún en el agua, el oleaje lo empuja, lo trae y lo lleva, y comparten
en silencio, conocedores de que las tormentas y mareas se hacen largas y se
antojan caprichosas.
Arrancó el “volante” de su mano y entró amable a
procurar una cita pronta. Lo siguiente fueron intercambios de estados y guiños
comprensivos hacia las circunstancias que imperan en el “hábitat” laboral. Lo
siguiente, una oportunidad de cobertura asistencial propiciada por las
sinergias entre profesionales que creen #otraformaesposible y sobretodo que el
beneficio último ha de redundar en la salud del paciente. Fue en esa
conversación en la que se detectó que pacientes tratados por su amigo y colega
podrían beneficiarse de la intervención de ella como agente de salud,
favoreciendo la disminución del riesgo de recidiva para los pacientes que él
trataba…
Mucha satisfacción de ese “trato cerrado”, como muchos
otros, de los que profesionales implicados resuelven sin mediación de gestores,
abigarrados en la tribuna de la burocracia insolvente.
Marchó Julia satisfecha, cuando una llamada desde el hospital
le indicó cita para el día siguiente. Ese día, puntual y curiosa por medir la
situación frente al año anterior fue un encuentro en cadena de personas
descontentas en el “hábitat”, pero sí, amables y sinceras.
Julia había acudido, como el día, radiante de luz y
ánimo, como siempre al fin y al cabo. Escuchó a cada una de las personas como
debía, atenta, comprensiva y acompañante. Fue escoltada hasta el lugar de la
prueba donde le fueron referidas confesiones que le recordaban como
nostálgicas…in illo témpore otras formas, otros modos, otras perspectivas…
Llegó el momento de la espera y con el tiempo…el
rotundo, contundente y entonado llamamiento de volumen desorbitado. El espacio
era pequeño para semejante trueno, la misma sala que el año anterior, y este
año sí había pacientes, familiares…, innecesario, también como el pasado,
imprudente y despersonalizado, inquietante e intencionado pues...no hubo nadie
en la sala de espera. Este año la sobrexposición fue aún mayor, al salir de la
prueba, un familiar acompañante se acercó a saludar a Julia, -He oído tu nombre
cuando te han llamado y he pensado que solo podías ser tú, ¿qué haces por
aquí?-, y a Julia solo le quedó contestar, -pues como tú, de revisiones, ya
sabes-.
Al entrar Julia en la sala, sin prejuicios ni valores,
siguió las indicaciones ordenadas, muy pueriles y frías, como previstas y
preacordadas. Así que se dispuso a esperar, y ya preparada, a resolver la
identidad de quién trataría aquella situación. Pasaron unos cuantos minutos al
igual que varias escenas posibles por la mente de Julia, actores potenciales,
composturas, tonos..., evocaba el año anterior pero no era el mismo momento y
sabía que por ello, no iba a causar el mismo “daño”. Seguido entró alguien
inesperado, no previsto en sus cálculos y evocaciones y Julia sintió reposo,
tanto que tras el saludo hubo un siguiente…-¿estás preocupada?- y ella contestó
un rotundo y firme, -no-. Él se quedó sorprendido, -ah, ¿no? - Y ella volvió a
asegurar que no. Comenzó a darse en ese momento, cierta empatía añadida a la
que cada uno de ellos traía de serie, -esa es buena señal…,veamos… ¿cuánto
tiempo hace…?- y ella contestó, -pues no lo sé-, -¿en serio?-, -no recuerdo-,
dijo Julia, con tono de estar mientras tanto, calculando. Finalmente recordó el
posible tiempo y ello ayudó a fluir aún más la interacción.
Todo visto, todo correcto, alguna puntualización a la
espera en el tiempo y una explicación comprensible, amable, correcta, un trato
profesional ameno... y ambos agradecidos y cordiales.
¿Acaso alguien pide más?, Clase, él tenía mucha clase.
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Respeto y sentido, del común también