Cada una de las decisiones directivas cambia vidas...
por eso es tan importante una “conciencia saludable”.
Las diferentes Leyes de Prevención de las Autonomías,
señalan que a fin de dar cumplimiento a su deber de protección, las
organizaciones, como agentes empleadores, deben informar a sus trabajadores en
relación con sus riesgos para la salud y seguridad laboral más significativos.
La información debe incluir las medidas de protección y prevención aplicables e
instrucciones para situaciones de emergencia.
Para lograr una mejora permanente de las condiciones
de trabajo es preciso INTEGRAR la actividad preventiva en
todos los procesos y servicios de los Centros Sanitarios y a tal fin se
elaboran los planes de prevención de riesgos laborales.
El cumplimiento de las obligaciones que impone la
normativa de prevención no es una tarea fácil en organizaciones con varios
miles de trabajadores dispersos, y caracterizados además, por una amplia gama
de condiciones de trabajo.
No obstante, las direcciones han de comprometerse a
realizar los esfuerzos necesarios para avanzar de forma paulatina en la
consecución de los objetivos de los programas de prevención.
Para ello es necesaria la participación informada y
responsable de todos los trabajadores. La activa participación de sus
representantes legales en el desarrollo de la actividad preventiva, debe
garantizar entornos de confianza mutua y buena fe, un esfuerzo conjunto que
garantice entornos favorables identificando factores de riesgo y corrigiendo
deficiencias.
Pero, ¿qué ocurre cuando las condiciones de
salud del trabajador no son óptimas?, cuando las personas que dispensan
atención y cuidados padecen algún síndrome, enfermedad, secuela, signo o
síntoma de patología de cualquier orden, los resultados de sus acciones o actos
pueden no ser los esperados.
Las personas que trabajan en organizaciones sanitarias
muchas veces están sometidos a situaciones de estrés tanto por el ámbito
laboral, como por las relaciones complejas interprofesionales, así como por los
procesos de salud-enfermedad y muerte que concurren en ellas.
En determinadas circunstancias de salud percibidas o
no, y diagnosticadas o en estudio, la relación profesional-paciente puede verse
afectada y en ocasiones, con resultados de salud no deseados y/o
desfavorecedores para ambos. Esta relación bidireccional marcada por la
interacción necesaria para el cuidado y la recuperación de los problemas de
salud, puede verse influida de manera poco favorable, sobre los resultados en
salud a alcanzar, mermando por tanto, las expectativas sobre los estándares de
calidad establecidos.
Las actuaciones de los profesionales muchas veces
vienen condicionadas por una serie de factores personales producto de su
interacción con el medio y que afectan innegablemente a esa interacción
profesional. Así mismo, los problemas de salud en mayor o menor medida afectan
de la misma manera a dicha interacción.
Es en ese marco de las intervenciones directas o
indirectas, dirigidas bien a los procesos o a pacientes, las que los gestores,
directivos y mandos intermedios, debemos de garantizar que cumplan criterios de
calidad hacia la excelencia.
La responsabilidad en la gestión, no ha de ser solo de
delegación en los profesionales sanitarios competentes, sino que además, se ha
de velar por la seguridad del paciente.
Implantar políticas y medidas de actuación y
estrategias planificadas, planes de seguridad, formación, etc…para garantizar
las actuaciones de los profesionales, son aspectos necesarios para el
desarrollo personal y profesional.
Una visión de interés y valor añadido que contemple
acciones formativas, que den respuesta no solo a necesidades intrínsecas del
ejercicio profesional, también a las previstas para la implantación de
programas, innovación, etc...
Pero nada de esto sería suficientemente válido si la
atención al funcionamiento y rendimiento de los equipos, en el desempeño y
actuación de cada proceso en el que se involucran, no fuera contemplado desde
la actitud de observación y mejora, así como la de la consecución y logro de
resultado eficiente.
En ocasiones, advertimos señales concretas que van
sumando poder a percepciones inseguras y puestas en común entre los integrantes
de los equipos. Son señales que van construyendo arquetipos sobre las personas
en torno a las que gira dicho “fenómeno”. En este constructo muchas veces
dudoso, muchas veces arraigado a una fuente identificada y cercana sustenta la
“situación” en la que confluyen circunstancias que ponen en evidencia situaciones
de riesgo de intervención para los pacientes. Una situación que unas veces
crea sentimiento y parecer de intransigencia y otras de transigencia reconocida
y consentida.
En el segundo caso, el profesional afectado puede ser
consciente o no de un problema, pudiendo o no traspasar las líneas rojas del
contexto de seguridad y por tanto generar daño real o potencial, y/o
insatisfacción en el usuario al que van dirigidas las actuaciones.
En el caso de las situaciones de
intransigencia, la situación se transmite y se pone en conocimiento a
través de la cadena de mando, que ha de poner en marcha un mecanismo de gestión
eficiente, para resolver cuanto antes, y de manera respetuosa y personalizada.
Ello conlleva una serie de actuaciones determinantes que requieren habilidades
concretas. Desde la identificación y seguimiento en primera instancia, a la
comunicación íntima y personal buscando planteamientos de resolución eficaz.
Todo ello incluye además, procesar y formalizar un informe de interconsulta
claro y preciso para valoración del riesgo.
Las situaciones de transigencia, sin
embargo pueden alargarse en el tiempo. Estas se mantienen incluso ocultas,
ocupando espacios sobrentendidos que los equipos llegan a gestionar a través de
subterfugios y alternativas que pueden suponer un retraso aún más perjudicial
en la atención al riesgo.
De la vulnerabilidad de los pacientes y ciudadanos, en
su interrelación con el sistema a través de los profesionales, se desprende la
responsabilidad inherente que deben asumir los gestores en su desempeño, siendo
capaces de resolver estos procesos.
Son este tipo de situaciones íntimas, personales,
sutiles y ocultas, las que te encaran de frente ante determinaciones que
previamente has debido de valorar teniendo en cuenta distintos factores.
Entrevistas con personas, con afectados, con observadores, valoración de
actuaciones y circunstancias. Reunir datos objetivos y deseo de ayudar a la
persona afectada como miembro de una organización, de un equipo que gestionas y
dispensa atención a la salud de un tercero, eso, sin duda, es gestionar con
responsabilidad y humanización. No obviemos que existen responsables y gestores
que optan por la no implicación. De ello justamente se derivan la ocultación,
la ignorancia, la complicación... con resultados a veces lamentables.
La gestión de un conflicto de este tipo, bien
gestionado, a la larga facilita y favorece la identificación de un problema de
salud, la recuperación de los equipos afectados, y la revisión y adecuación de
puesto de trabajo tras la recuperación si así fuera, del trabajador afectado.
#otraformaesposible
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