Hoy en día,
muchas de las verdades que conciernen a la realidad social, al entorno laboral
y a la vida, individual y familiar, se construyen sobre hechos alternativos,
medias verdades o lo que siempre vino a ser, mentiras. Incluso, lo hemos
aceptado y reconocido dándole cabida en nuestro común lenguaje, la ya
manoseada, posverdad.
Ocurre por
tanto, no solo en el contexto político, ámbito con el que más relacionamos el
término previsto, sino que invade y contamina todos los contextos donde las
personas coexisten.
En los entornos
laborales donde los colaboradores mantienen espacios de convivencia relacional
y sistemática, en muchos casos ineludible, necesaria y compleja por los
procesos de producción, como en el caso de las organizaciones sanitarias, dicha
relación no siempre suele ser ventajosa o sana y ni siquiera equilibrada.
No cabe duda
que en la diversidad de estos sistemas de personas y organizaciones complejas,
influye la presión del contexto, los avatares organizativos, la pérdida de
liderazgo, la dilución de la cultura organizacional y como no, la omnipresente
“supervivencia” adoptada por los sujetos.
Todos esos
factores pueden tener nexos comunes entre las múltiples aristas que conforman
esos sistemas, la pérdida de valores, en mayor o menor medida, es uno de ellos,
sobre todo cuando no hay necesidad de hacerlos explícitos. Esa circunstancia,
sin duda es también un nexo.
Frente a esta
cuestión, el posicionamiento y mantenimiento en un marco de línea roja es un
acto de valentía y coraje. Un posicionamiento que no deberíamos relajar, no
solo por la desfiguración personal y colectiva que provoca cruzar líneas, sino
porque todas nuestras decisiones y actuaciones han de estar basadas en
principios para que también las consecuencias de las mismas, sean éticas. En
las organizaciones sanitarias, la ética supone un valor intrínseco al propio
motivo y el fin de actuación y aporta además el constructo necesario para
alcanzar la excelencia.
Sin lugar a
duda, la falta de moralidad e integridad en el marco de las organizaciones y de
los sujetos que interactúan afecta a los principios y la filosofía ética
pudiendo resultar perjuicio, en cualquiera de las interrelaciones de proceso y
producción final. Por ello, la integridad es necesaria, es el origen del
pensamiento, el marco de las decisiones y el espejo de la certeza.
Pero la
integridad tiene un coste, y aunque ofrece como devolución, confianza,
compromiso y reconocimiento de quien de verdad importa, el esfuerzo por
mantener la tracción ante las líneas rojas es muy fuerte. Una distancia que no
todos los sujetos están dispuestos a mantener. Si los aspectos que reportan no
representan valor para su realización personal o ego, las líneas rojas serán
simplemente semáforos en verde.
Es en ese
cruce, donde quienes deciden elegir formar parte de la tribu se alinean con
otro código, avanzan y esconden toda sombra de cualquier vestigio anterior porque
de no hacerlo, lo contrario podría derivar en amenaza.
Esos mismos
sujetos han decidido anticiparse, y aportar incluso a la intersubjetividad,
entre los ahora su tribu, construyendo la aceptada posverdad, como verdad
única.
La “posverdad”
está pensada para obtener un beneficio, una verdad construida con hechos
alternativos que solo son eso, mentiras fundamentadas en propaganda barata y
respaldadas por el aparato motriz, que es quien se encarga de generar y
apuntalar la disonancia cognitiva de los más débiles o seguidistas.
Las razones
para preocuparse por los constructos de la posverdad radica en lo que pueden
llegar a ser verdaderos problemas en los aspectos y cuestiones organizacionales
de procesos, resultados, de gobernabilidad, de liderazgo etc… dentro de la
organización. Sin embargo una esfera más trascendental y no por ello más
visible, sino todo lo contrario, es la que afecta a las personas de manera
individual.
Si los constructos
demagógicos, alternativos y destructivos provocan efectos devastadores en una
organización, aquellos que atañen a las personas directamente pueden llegar a
causar verdadero daño moral y psicológico y definitivamente afectar a la salud
llegando a causar grados de incapacidad limitante o incluso abandonos.
El asunto no es
baladí, esta sistemática unida a otro tipo de intervenciones configuran un
fenómeno instaurado, el acoso o mobbing. En España un porcentaje próximo al 20%
de entre todas las personas activas ha sido o es víctima de mobbing (E.
Cisneros I, II) y continúa avanzando.
Aquellas
organizaciones que permiten y consolidan personas al mando y estilos directivos
autoritarios caracterizados por el control, la obediencia, la sumisión y el
seguidismo son verdaderos cobertizos para las situaciones de acoso laboral.
Los colectivos
sanitarios reúnen requisitos propicios para detectar una alta incidencia, la profesionalización
de las tareas, las tensiones laborales, los circuitos de poder informales, etc…
y en concreto, el colectivo enfermero que ya fue objeto de estudio hace varios
años, a través del Cisneros III reflejó una alta incidencia, confirmando así la
vulnerabilidad y exposición de este colectivo, una realidad percibida sobre un
problema real enmascarado. Los efectivos enfermeros en activo han ido
aumentando hasta hoy y la incidencia también ha ido en aumento. Recientemente
en un foro profesional de este colectivo enfermeras se aludieron cifras entorno
al 33%, una tasa nada despreciable y si preocupante que requiere reflexión y seria,
por parte de la Administración competente, no solo por cuestionar si es moral o
inmoral que lo es, sino porque no resulta nada rentable desde cualquier
perspectiva.
…tan complejo
de desentrañar, como fácil de entender y ver, como los propios testigos invisibilizan
el entramado, en ocasiones como testigos impávidos, otras como sujetos pasivos.
…que entre con la
linterna en el cuarto oscuro de muchas organizaciones, que nos muestre la
inquina y la perversión moral de los verdugos, el silencio oprobioso de los
compañeros de trabajo, el poco interés de los superiores, la soledad de las
víctimas, el vacío legal, y las varias y malas interpretaciones. Angel M
Fidalgo
…trastornos
psicológicos y psiquiátricos como psicopatías, trastornos de personalidad
narcisista, sentimientos de inadecuación (complejos de inferioridad) o,
incluso, el paranoidismo [...] Tras estas actitudes suele haber personas frustradas,
incompetentes, a la defensiva, o simplemente enfermas psicológicamente” (2001,
p. 4).Iñaki Piñuel, (acerca del
perfil del acosador)
…el mobbing se produce
porque se permite que ocurra, porque no se detiene, es decir, es tolerado por
las organizaciones (2007, p.76). Koonin y Greene