A vueltas y cuestionando, en un continuo y permanente bucle,
la profesión que me trae a cuento, que tanto me ha dado y que tanto me ha
quitado, que tanto nos gusta y que tanto nos perturba, que tanto defendemos y
que tan poco nos reporta…
No, en este punto no cuestiono lo que a cada uno le reporte,
una vez más, hablo desde la perspectiva de colectivo.
De igual manera que conozco a muchas enfermeras, mujeres y
hombres, que mantienen un discurso ambivalente y disonante al respecto, hay
otras que mantienen posturas que van desde el fanatismo más fiel y amor
profundo, y sometido a la “causa”, a la convivencia meramente soportable,
incluidas las melosas y melodramáticas poses (de postureo) que desde las distintas
y pocas atalayas alcanzadas aúllan al rebaño. Una heterogeneidad, en el sentir
profesional, marcado con toda seguridad por el diferencial evolutivo entre las
sumas de expectativas lícitas, también otras, y su resultado o cumplimiento de
las mismas, teniendo en cuenta como determinantes, el grado de frustración o
éxito, el esfuerzo a propósito, el factor suerte y los intermediarios
benefactores o maleficentes que se hayan sumado a cada trayectoria.
Supongo que son aspectos que coexisten también en otras
profesiones no sanitarias, supongo que ninguna de ellas se dedique a entender,
el impacto de la enfermedad en las personas, el déficit de la salud o como
resolver las consecuencias de ambas. Supongo que de seguir por aquí, caeré en
el manido e indeseable, por mi parte en este momento, discurso sobre lo buenas
que somos las enfermeras, lo poco que nos tienen en cuenta, lo poco que
significamos para la sociedad, la escasa participación en foros representativos
locales, regionales, nacionales e internacionales sobre políticas de salud y decisiones de dicho ámbito, etc...De seguir, podrían
emprenderla con los discursos contrarios sobre lo que hemos avanzado en los últimos
cuarenta años, los logros alcanzados como profesión en lo académico, la
satisfacción de relacionarse y ayudar a las personas, la visión holística y
poquito más…
Pareciera siempre desde mi punto de vista y “cuatro amigos”,
como si ser reivindicativo, reclamar mejoras laborales, manifestar sentirse el
proletariado de la sanidad, reconocer la oprimente y opresiva realidad desde
distintos frentes, los intraprofesionales, los interdisciplinares, y también de
otras disciplinas cercanas, reclamar una remuneración acorde a desempeño, o
desilusionarse por el inagotable y escaso reconocimiento social así como la
desacreditación de otras maestrías y también el sometimiento a gestores y
administradores que vapulean a los profesionales e impiden su avance y
desarrollo y el evidente y manifiesto desinterés político por nuestra
profesión…fuera tabú o impropio de un colectivo que exige más de vocación que
de profesionalismo, como si la reivindicación no fuera necesaria para la mejora
colectiva o ello mismo estuviera en oposición con ser un auténtico profesional y/o
pusiera en peligro la voluntad de poner el arte del cuidado que producimos en disposición.
Son siempre las mismas frustraciones las que permanecen en
el tiempo y llevamos décadas resobando, madurando en el discurso y por ello
popularizando, ya casi como sainetes para algunos, pero sin más mejoras que
pequeños conatos con escasa duración. Además, las perspectivas económicas del
país en estos momentos no hacen ni siquiera ánimo de provisión y de esperanzas,
como las que algunas campañas profesionales y de calado internacional tratan de
impulsar, y no por ello dejaremos de participar incluso aunque sea perpetuando
el bucle que dio pie a esta reflexión.
#otraformaesposible
Me encanta has la musica
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