Un día alguien pulsa un botón y todo lo tuyo se para y arranca al revés de lo previsto, en otra dirección por otro camino. Un camino enajenado, donde no tomas parte y pierdes la consciencia habitual. Sales de un escenario y tu foco se centra desde una perspectiva observadora tratando de integrar en una sola pieza, todas las que acaban de saltar. Un mar de confusión que prepara futuros tsunamis.
La primera ola te arrastra directamente al fondo donde das unas cuantas vueltas y notas la debilidad impuesta y la labilidad contenida. Las mil imágenes que aporrean a la puerta de tu consciencia se suceden como un repertorio importante y desordenado…y comienzas a observar diferente mientras te miran con compasión.
EL reto es dejarte llevar en la cadena de producción mientras estás polimorfa en varias dimensiones, la íntima, la real, la participada, la que quieres vivir, la que prefieres que sea, la de los tuyos y la de para con ellos. Sin embargo será un episodio tolerable con resaca de excesos y cariños que se irán recolocando con el tiempo hasta notar su ausencia e incluso casi un vacío. Quizás un vacío necesario, quizás una resignada necesidad.
Dos contrapuestas situaciones, tu vida cambia de repente y a la vez…de manera lenta sobreviene un proceso de cambio inconsciente, que se alargará en el tiempo, hasta que lejos, muy lejos, serás quien no eras. El diagnóstico se vuelve pivote, único y exclusivo, puede no haber más, incluso solo es el centro de atención y atracción.
Y la persona, comenzará a sentir, no está absorta, solo piensa detenida en el trascurrir del tiempo, en el deseo de ser consciente del tiempo real, de lo que sabe y anuncia el pronóstico, sin ser consecuente con el tiempo que duplicará eventos y lateralidades.
Cuando empiezas a pasar por lo necesariamente superable y secuencial aprendes a través de un ejercicio de introspección descomunal a interiorizar y gestionar las emociones, a leer a las personas, a acompañarlas en su capacidad o déficit para tratar nuestras cuestiones, adviertes como se separan los espacios, también como tú asciendes a una esfera de observación, a veces de impotencia y por desequilibrio se empaña, pero controlarás el equilibrio “térmico” para evitarlo, y ello se convertirá en una habilidad tan poderosa que querrás y desearás la tengan ellos, pero solo será tuya y de aquellos que pasan por estos largos caminos que empujan a la introspección profunda.
Un año largo que se antoja pertinente aunque ya, nunca acabará…
Los siguientes son venideros, otros también vendrán. Los inmediatos son de etiquetas, todo corre como la pólvora y por si no fuera así, de las circunstancias visibles haces asunto propio y aceptación rotunda. Pero todos saben allá a dónde vas, y sabes que son murmuradores y que tu bio-presentación se reduce a dicha circunstancia. Te escondes, apareces…quieres ser tú, pero ya nunca serás, ya no puedes, ni te dejarán ser.
La transformación personal es tan desmedida que no eres consciente hasta años después, años en los que vas reconociéndote de nuevo, tus incapacidades, tus secuelas…las que nadie te cuenta, porque no las conocen, las que tu descubres, las que te vas encontrando, las que nadie te comprende, las que están fuera del pivote central, fuera de la exploración, fuera de la escucha, fuera de las respuestas, fuera de nuestra comprensión, fuera de cada uno, porque somos eso, uno y único.
Quizás esta reflexión se aleje del objetivo y pretensión inicial, pero fue espontáneo el deseo de transmitir a los lectores experiencias introspectivas frente al abordaje del cáncer. Porque cáncer no solo es un diagnóstico, sino un camino de experiencias, y no solo físicas, también emocionales y existenciales. Una época de desenganche de patrón… del social, del familiar, del personal…de tus asuntos pendientes y de tus colecciones atrasadas. Una época en la que los días no cuentan, se atascan, no suman, y quieres cerrar los ojos para encontrarte temprano con el final, y el final no llega, inusitadamente aparece cuando dejas de contar los días…
Pretendes seguir y seguir nadando contracorriente, a ritmo, a brazadas, sin descanso, agotado, hasta que cedes tranquilo y como quien se da la vuelta dejas flotar tu cuerpo y tu mente en un mar de zozobra y calma alternantes. Es ahí cuando la experiencia va tornando sobre el camino del sosiego, sobre el rehacer personal, sobre el coraje emocional, sobre los cimientos de tu valor y también de tus valores, de tus prioridades, de tus querencias y deseos, de tu infinita comprensión contigo y para los demás. De la definición de caminos que no, ausencia de dificultades, porque seguirán siendo y existiendo, no habrá atenuantes.
La recomposición es ardua y áspera, regeneradora desde la mirada retrospectiva, desde el largo plazo, el que todo lo ve y que de algún modo nos sitúa en un diferente mirador.
Un mirador agradecido donde ver cómo va pasando la vida y el orden que con sus arreglos recoloca el ritmo adecuado, y te mide y te exige, te doblega y te impulsa, te abandona y retoma, para de nuevo darte.
Y serás alguien nuevo, una oportunidad diferente, con retorno, fortalecido y con ventaja hacia al futuro. Con favor ante el reto de seguir viviendo, con otro sentido, más propio, más dueño, más vida.
Pareciera ciertamente paradójico que “algo” que acorta la vida o la sesga a traición, sin esperarlo, sin entenderlo, sin provocarlo, algo que ciertamente rebusca en tu interior y lo encuentra, y te lo sitúe de frente, termines por abrazarlo y caminar con ello. Esa es la vida con cáncer, esa es la vida habiendo padecido cáncer, esa es la vida con secuelas de cáncer. En la vida, como vida, solo es eso, vida por vivir y VIVIR SOLO CUESTA VIDA. Te acompaño en el #diadelcancer y en los demás días. Por ti y por una vida sin días con cáncer.
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