lunes, 17 de febrero de 2020

MÁS CERCA Y MENOS LEJOS

Malos tiempos para la lírica…en este caso para la enfermería en general y quienes desean dentro de su disciplina y fuera de ella, que ésta sea una profesión con el suficiente posicionamiento y determinación como para tomar las decisiones pertinentes y llevarlas a cabo en el contexto local y mundial de salud.
Resulta contradictorio, y difícil de sostener, la ocasión que se nos brinda con motivo del Año Internacional de la Enfermera y la Matrona, frente a las distintas situaciones limitantes que se producen en nuestro entorno, tanto por legislaciones obsoletas respecto a las necesidades reales, como por los comportamientos de lobbies y por qué no también, por el comportamiento de una parte del colectivo que se empeña en esperar a que suceda algo por sí mismo, como por conjunción astral.
Quizás sea este último factor, el comportamiento adquirido tras años de insatisfacción en nuestro país, lo que limite y genere contraste con la movilización y necesaria esperanza de aprovechar movimientos y campañas como la internacional Nursing Now, una oportunidad memorable y única que, como refiere Barbara Stilwell, directora ejecutiva de la misma, será difícil que se vuelve a repetir una campaña de esta índole. Sin embargo, en algo estamos de acuerdo un porcentaje alto de profesionales, España es diferente.
Es cierto que este sentimiento y también slogan de otras campañas y otros momentos es tan real y certero como la posibilidad de que ello mismo sea el certificado o justificante necesario para seguir en el confort y la parálisis, recurriendo únicamente al surtido y prolífico argumentario de protestas e incredulidades ante los altavoces que hoy nos disponen las Redes Sociales.   

Son muchas las limitaciones que se recogen desde el colectivo y que de algún modo justifican el desencanto o falta de credibilidad en movimientos y campañas, situación laboral precaria, déficit de profesionales en diferentes ámbitos, desigualdades laborales, retributivas y de desarrollo profesional por comunidades, escasa representación en los diferentes ámbitos sanitarios, techos de cristal, escaleras resbaladizas, legislaciones y normativas obsoletas, politización del sector y de la profesión misma, y una profunda huella heredada sobre modos de gobernanza obsoletos a los que una gran parte del colectivo se aferra en cuanto tiene oportunidad de gestionar como si de reliquias e insignias se tratase.

El desencanto generalizado puede justificar el tono y el pulso actual de este colectivo, pues siendo por un lado una profesión que ha evolucionado y se ha adaptado a los distintos espacios y normas con un crecimiento exponencial, sin embargo no ve compensado sus esfuerzos de manera externa e interna. Por ejemplo, el viaje que emprendimos con la definición de especialidades que ha acarreado tantos años de vacío e inexpresión, junto con la pérdida de oportunidades para varias décadas de profesionales y para finalmente, perpetrar tímidamente en el escenario sanitario y casi a modo de concesión…reconocidas en plantillas solo en algunos servicios de salud. Esto mismo incluso, pudiera parecer liviano, frente a la brecha que parece estar amenazando con fragmentar aún más a los profesionales entre sí y debido a las vías previstas para obtener los títulos de especialista. Y es que según sigamos sin tener responsabilidad corporativa hacia nuestra profesión, querencia interna, adhesión y apego a los nuestros, seguiremos entretenidos en luchas internas que nos impedirán poner el foco en el objetivo adecuado.

Otro caso y ejemplo ocurre en el ámbito de gestión. Los entornos sanitarios institucionales están sufriendo una notable pérdida sobre lo que en otro momento, respondiera a lo que conocemos como cultura organizacional Y LIDERAZGO. La marcada individualización y competitividad, los personalismos e intereses, la falta de estrategia corporativa y de liderazgo ético, y la politizada gestión, conforman el cóctel perfecto y suficiente, para alejar a los profesionales de la MISION y la VISION. En este suma y sigue, conviven profesionales de reconocido prestigio, profesionales con potencial pendientes de oportunidades de desarrollo y para beneficio de la organización, profesionales con expectativas en línea y alineadas hacia un profesionalismo excelente, etc…frente a una falta de líderes comprometidos, profesionales con un débil liderazgo o limitado por la gestión imperativa de “cargos”, “puestos”, estatus sociales, etc…
En este contexto, se siente como los gestores renuncian a ejercer nuevas formas de liderazgo y gestión basado en modelos relacionales, eclécticos, de participación, etc…bien por desconocimiento sobre la responsabilidad a la que optan y con la que han de dirigir personas, (y eso es algo muy grande) bien por inseguridades, inexperiencia o bien por otros motivos menos lícitos o nada éticos.

En ese sentido, recuperar el modelo de gobernanza de antaño… el del imperativo unilateral, el del manejo de la incertidumbre, el del inadecuado lenguaje, el de “casitas y soldaditos", el de conmigo o contra mí, el del sectarismo ruin y ruinoso…genera un clima proclive al desgaste profesional, al descontento y a la falta de implicación en el conjunto. Esta pequeña maraña termina convirtiéndose en un diagnóstico de enfermedad transmisible que arrasa con cualquier atisbo de innovación, profesionalidad y excelencia donde las personas sean las protagonistas. Es una forma más de involución basada en la pérdida de oportunidades y pérdida de talento. En un contexto práctico y de ese modo, cuatrienio tras cuatrienio se reproduce un modelo que hoy en pleno siglo XXI y en un renombrado 2020 y ojalá rememorado, no tiene validez para el porvenir de las organizaciones, ni de las personas que las componen. Los deseos de prosperidad son lícitos tanto en lo individual como de manera conjunta en este marco actual y desde un punto de vista corporativo. Encontrar cada uno su propia identidad, situarla en el conjunto, y en beneficio del crecimiento de la organización, es tan necesario para la supervivencia y desarrollo de las organizaciones como el oxígeno para la vida.

En estos días y fechas estamos asistiendo a una crisis en materia de salud, la epidemia de COVID-19 en China está siendo protagonista y apunta una forma de alerta global en la que todos estamos inmersos, ya lo hizo el ébola y volverá hacerlo cualquier virus exacerbado y caprichoso. Antes que ellos, tenemos otros serios problemas que resolver en nuestro entorno, cronicidad, fragilidad, aislamiento social, enfermedades no transmisibles como diabetes, cáncer, paliativos, acva, cardiovasculares, epoc, enfermedades mentales,  y más trabajo sobre educación para la salud a una población y sociedad inmersa en un modo de vida acelerado por la tecnología, la competitividad, la soledad, la ansiedad permanente, la globalización…

Finalmente, lo más reprochable ante esta situación descrita inicialmente, es la inacción o actitud pasiva ante la campaña, desestimando el poder de convocatoria de los socios y organismos internacionales que respaldan y demandan nuestro protagonismo. Igual de reprochable que desestimar la acción o involucración de quienes se implican en el marco de sus posibilidades y limitaciones.
Las crisis, para evolucionar y cambiar el mundo no se resuelven con pasividad y observación desde las distintas atalayas, aunque a buen seguro, es cierto que estaremos más descansados que batallando en plena llanura. 


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