lunes, 19 de julio de 2021

DISCULPE QUE INSISTA

La actual crisis sanitaria ha puesto en la mente de todos la contribución vital de las enfermeras para combatir el virus, aún en plena quinta ola siguen luchando, y ahora gestionando el proceso tan complejo de la estrategia de vacunación y llevándola a efecto para llegar pronto a toda la población. No hay duda de que han sido protagonistas en las noticias y en las redes sociales, destacando su papel esencial, eso es necesario pero no suficiente, ni justo, seguimos sin estar en los espacios necesarios.

Recientemente, asistí a un foro interautonómico, en el marco de los cursos de verano de la UIMP. Derecho y Gestión Sanitaria unidos por el conocimiento, las buenas prácticas, la reflexión y el debate sobre la protección jurídica del paciente en el contexto de nuestro sistema sanitario, y dirigido a profesionales sanitarios y jurídicos. En él se abordaron los retos que ha generado esta “sindemia” (me atrevo a decir) sobre aspectos como el control judicial de la pandemia y las medidas tomadas, la salud digital, la apuesta de un posible Espacio Europeo de Salud, la estrategia de vacunación, la atención integrada y las interesantísimas cuestiones ético-legales suscitadas durante la pandemia, y también, el papel de la profesión médica.

 “Bases para el rediseño de un sistema sanitario postpandémico” un titular de expectación, que anunciaba dos cuestiones, “un debate honesto” y una “perspectiva deliberadamente interdisciplinar”. En los cinco días de programa, no hubo representación, ni participación enfermera en las distintas mesas redondas, lo cual me obliga a detenerme en el sempiterno posicionamiento al respecto de la participación enfermera en los foros de debate y toma de decisiones. Y es que aunque mi colectivo fue referenciado varias veces, lo fue desde la perspectiva funcional, “poner vacunas” o cómo gestionar la escasez de enfermeras inventando fórmulas a costa de “terrenos conquistados”, no hubo ponente que pudiera aproximar la realidad vivida, los problemas a los que nos enfrentamos, los que se han duplicado, o cuáles son nuestras propuestas de futuro para reconstruir el inmediato. 

En este sentido, no cuestionaré la voluntad organizativa o el interés en descartar nuestra óptica, pero si me mantendré firme en que la participación y representatividad enfermera es necesaria a todos los efectos para repensar, rediseñar y reconstruir un sistema de salud del que sin duda somos socios de pleno derecho. Es por ello, que me reafirmo y sostengo que el debate es incompleto y sesgado y mucho menos honesto para la sociedad y el propio sistema. Desde mi responsabilidad profesional, me corresponde esclarecer este tipo de cuestiones para no alimentar, ni mantener la confusión sobre la imagen y el constructo social de las enfermeras.

Actualmente, nuestro futuro está comprometido, faltan enfermeras, décadas de gestión ineficiente y desinversión en plantillas acucian ahora esa falta traducida en plantillas reducidas que ponen en peligro no solo la atención ya deficitaria, también la seguridad clínica del paciente. Hace más de diez años que hay evidencia científica sobre la relación significativa entre el número de pacientes por enfermera con el riesgo de que ocurran eventos adversos, reingresos y mortalidad de pacientes. Por ejemplo, por cada paciente adicional que cuidar la probabilidad de fallecimiento aumenta un 7%. Indicadores como los fundamentos enfermeros de calidad, el liderazgo, la gestión de enfermería, el entorno laboral, la relación médico-enfermera y la participación de las enfermeras en comités y en la toma de decisiones institucionales son pésimos como Grecia y Polonia que comparte esta pobre valoración, mientras que Suiza, Inglaterra e Irlanda son países que disfrutan de mejores indicadores. Esto traduce una situación precaria a la que sumar las malas condiciones laborales, no solo de contratación y provisión, también de barreras, privación de oportunidades, y dificultades para transmitir necesidades y aportar nuestras propuestas para diseño de estrategias y políticas. Recuerden que no somos, “presuntos implicados”, somos colaboradores directos, comprometidos y responsables directos en la relación con el paciente y la atención, con el ciudadano y el sistema, o...¿quién puede conocer mejor, dicho binomio, necesidad-respuesta?, ¿quién puede mejor organizar una vacunación?, ¿organizar un quirófano?, ¿calcular los espacios necesarios para una unidad nueva?, ¿optimizar los recursos?, ¿diseñar estrategias de promoción de la salud?, ¿necesidades en el domicilio?, ¿conectar la atención multiprofesional, o la innovación sobre material, procesos, dispositivos, planes, sistemas de información, metodologías y planificación?, sí, enfermeras, pero sin autoría.

Pero es tiempo de dejar de justificar, enfrentando “quinta ola”, es tiempo de exigir explicaciones y acabar con la ilógica razón que admite y permite nuestra ausencia. No lo dude, no hay sistema sostenible desde una sola óptica. Privar a la fuerza sanitaria más numerosa de la autoría de su conocimiento aplicado y de la obstaculización sistemática es contraproducente para la recuperación sanitaria, económica y social, nuestra visión disciplinar contribuye a garantizar y proporcionar el derecho a la salud. Piénsenlo, y disculpen que insista.



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