La actual crisis sanitaria ha puesto en la mente de todos la contribución vital de las enfermeras para combatir el virus, aún en plena quinta ola siguen luchando, y ahora gestionando el proceso tan complejo de la estrategia de vacunación y llevándola a efecto para llegar pronto a toda la población. No hay duda de que han sido protagonistas en las noticias y en las redes sociales, destacando su papel esencial, eso es necesario pero no suficiente, ni justo, seguimos sin estar en los espacios necesarios.
Recientemente, asistí a un foro interautonómico, en el marco
de los cursos de verano de la UIMP. Derecho y Gestión Sanitaria unidos por el
conocimiento, las buenas prácticas, la reflexión y el debate sobre la
protección jurídica del paciente en el contexto de nuestro sistema sanitario, y
dirigido a profesionales sanitarios y jurídicos. En él se abordaron los retos que
ha generado esta “sindemia” (me atrevo a decir) sobre aspectos como el control
judicial de la pandemia y las medidas tomadas, la salud digital, la apuesta de
un posible Espacio Europeo de Salud, la estrategia de vacunación, la atención
integrada y las interesantísimas cuestiones ético-legales suscitadas durante la
pandemia, y también, el papel de la profesión médica.
“Bases para el
rediseño de un sistema sanitario postpandémico” un titular de expectación, que
anunciaba dos cuestiones, “un debate honesto” y una “perspectiva
deliberadamente interdisciplinar”. En los cinco días de programa, no hubo
representación, ni participación enfermera en las distintas mesas redondas, lo
cual me obliga a detenerme en el sempiterno posicionamiento al respecto de la
participación enfermera en los foros de debate y toma de decisiones. Y es que
aunque mi colectivo fue referenciado varias veces, lo fue desde la perspectiva
funcional, “poner vacunas” o cómo gestionar la escasez de enfermeras inventando
fórmulas a costa de “terrenos conquistados”, no hubo ponente que pudiera
aproximar la realidad vivida, los problemas a los que nos enfrentamos, los que
se han duplicado, o cuáles son nuestras propuestas de futuro para reconstruir
el inmediato.
En este sentido, no cuestionaré la voluntad organizativa o
el interés en descartar nuestra óptica, pero si me mantendré firme en que la
participación y representatividad enfermera es necesaria a todos los efectos
para repensar, rediseñar y reconstruir un sistema de salud del que sin duda
somos socios de pleno derecho. Es por ello, que me reafirmo y sostengo que el
debate es incompleto y sesgado y mucho menos honesto para la sociedad y el
propio sistema. Desde mi responsabilidad profesional, me corresponde esclarecer
este tipo de cuestiones para no alimentar, ni mantener la confusión sobre la
imagen y el constructo social de las enfermeras.
Actualmente, nuestro futuro está comprometido, faltan
enfermeras, décadas de gestión ineficiente y desinversión en plantillas acucian
ahora esa falta traducida en plantillas reducidas que ponen en peligro no solo
la atención ya deficitaria, también la seguridad clínica del paciente. Hace más
de diez años que hay evidencia científica sobre la relación significativa entre
el número de pacientes por enfermera con el riesgo de que ocurran eventos
adversos, reingresos y mortalidad de pacientes. Por ejemplo, por cada paciente
adicional que cuidar la probabilidad de fallecimiento aumenta un 7%. Indicadores
como los fundamentos enfermeros de calidad, el liderazgo, la gestión de
enfermería, el entorno laboral, la relación médico-enfermera y la participación
de las enfermeras en comités y en la toma de decisiones institucionales son
pésimos como Grecia y Polonia que comparte esta pobre valoración, mientras que
Suiza, Inglaterra e Irlanda son países que disfrutan de mejores indicadores.
Esto traduce una situación precaria a la que sumar las malas condiciones
laborales, no solo de contratación y provisión, también de barreras, privación
de oportunidades, y dificultades para transmitir necesidades y aportar nuestras
propuestas para diseño de estrategias y políticas. Recuerden que no somos,
“presuntos implicados”, somos colaboradores directos, comprometidos y
responsables directos en la relación con el paciente y la atención, con el
ciudadano y el sistema, o...¿quién puede conocer mejor, dicho binomio,
necesidad-respuesta?, ¿quién puede mejor organizar una vacunación?, ¿organizar
un quirófano?, ¿calcular los espacios necesarios para una unidad nueva?,
¿optimizar los recursos?, ¿diseñar estrategias de promoción de la salud?,
¿necesidades en el domicilio?, ¿conectar la atención multiprofesional, o la
innovación sobre material, procesos, dispositivos, planes, sistemas de
información, metodologías y planificación?, sí, enfermeras, pero sin autoría.
Pero es tiempo de dejar de justificar, enfrentando “quinta
ola”, es tiempo de exigir explicaciones y acabar con la ilógica razón que
admite y permite nuestra ausencia. No lo dude, no hay sistema sostenible desde
una sola óptica. Privar a la fuerza sanitaria más numerosa de la autoría de su
conocimiento aplicado y de la obstaculización sistemática es contraproducente
para la recuperación sanitaria, económica y social, nuestra visión disciplinar
contribuye a garantizar y proporcionar el derecho a la salud. Piénsenlo, y
disculpen que insista.
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