Hace unos días la televisión ofrecía un reportaje
desalentador sobre la situación de las urgencias en varios hospitales de
distintas comunidades: virus respiratorios, colapso, pico horario, saturación,
prioridad urgente, esperas y demoras, bloqueos, y qué condiciones de espera…
por otro lado, las diferentes huelgas de médicos y enfermeras que se han ido
sucediendo en las distintas comunidades «por el deterioro» de la Atención
Primaria, por los puntos de atención urgente y la escasez de éstos, han sido
noticia con mayor o menor intensidad, dependiendo de qué comunidad. Ya se ha
aludido a la escasez en otras ocasiones por la falta de previsión organizada,
la justa y necesaria para la atención correcta; la precariedad de empleo y los
sistemas de contratación que la administración sostiene; y a más condimento,
otros aspectos como la lista de espera quirúrgica que nunca deja de ser lista,
ni de espera desesperada, y que ni los alargamientos de jornada, ni el
discutido sistema de 'peonadas' han solventado a lo largo de décadas… O cómo el
tiempo de 'cola' para una primera cita de algunas especialidades médicas se
sitúa por encima de los 11 meses, una cuestión a analizar ya que el ciudadano
'asume' esto cuando, sin embargo, en el consultorio o centro de salud exige ser
visto en el día, y en hora. También, esos subprocesos multidisciplinares
interrumpidos entre, y por unos profesionales y otros, que mantienen la
incertidumbre del paciente, cuando su realidad es única y es obligado a
procesar como diferentes advenimientos resultando en experiencias no
satisfactorias y perjuicio para su salud en ocasiones.
Sin profundizar más allá de lo expuesto, la manida crisis de
sistema sanitario, crisis de profesionales y crisis de modelo, parece navegar
sin control. Un modelo de éxito en decadencia manifiesta en la que la continua
insatisfacción, y la exigencia de profesionales y usuarios en un orden u otro,
parece contradecir el éxito alcanzado mientras implementábamos mejoras hacia la
cobertura sanitaria universal, moderna, avanzada y accesible, léase el nivel
alcanzado en trasplantes, en terapias contra el cáncer, pruebas diagnósticas y
otras mejoras en procesos clínicos.
La salud efectivamente es una cuestión política, es un
derecho que queda establecido a través de la ley, y a los poderes públicos
corresponde organizar y administrar, a través de gestores y mandos, y sabemos
también que los periodos ciclotímicos en política interfieren el avance de
iniciativas y proyectos de largo alcance y que ello impide consolidar políticas
de continuidad en salud.
Hoy más que nunca los foros de debate y opinión, redes
sociales y prensa, dan la oportunidad de expresar diferentes posiciones,
criterios y soluciones extraídos de los manuales de gestión. En este sentido,
algunos profesionales de la salud, de la medicina en general, gestores clínicos
o representantes sindicales, agentes sociales… nos hacen llegar alternativas de
mejora con propuestas y opciones de cambio de modelo, de procesos y de
atención. También sobre inversión en salud o donde crean que hay que invertir,
aunque sabemos que bien diferente es la necesidad de la expectativa, o los
deseos y ambiciones frente a la eficiencia con base epidemiológica y recursos
económicos.
En el conjunto de esas propuestas siempre se echa de menos
la visión integradora del sistema, de los equipos de profesionales, de los
procesos a través de la multidisciplinariedad, el factor relacional, el ámbito
competitivo, el objeto de negocio, la aportación de valor, las necesidades del
paciente, su opinión, y cómo resolver sus problemas clínicos, de supervivencia,
de seguridad y calidad de vida, de su conocimiento en salud y de su autonomía.
De eficacia y eficiencia, de responsabilidad y transparencia, de sistema, y
sistema público. Por esto, la horda de intenciones y propuestas quedan en meras
opiniones, lejos de una potencial reconstrucción, y a falta de pronunciar
valientemente compromiso, responsabilidad profesional y rendición de cuentas,
elementos clave para un sistema público.
La deriva de la demanda, el número de visitas, la actividad
sin resultados medidos, la continuidad infinita, la fractura de los ámbitos de
intervención y relación, Atención Primaria-Hospital, mantener el foco de la
inversión actual en el segundo elemento, y no reconocer de manera natural la
obligada y necesaria participación de las enfermeras en la redefinición y
proceso de mejora, es mantener la sobrecarga de errores cometidos en la última
trayectoria de nuestro sistema. Este es el verdadero drama, la sobrecarga de
errores en las actuaciones al gestionar la sanidad favoreciendo el agotamiento
del sistema.
Y es que (hoy) gestionar-administrar un hospital y que
cuadren las cuentas, o un servicio, donde no se rinden cuentas, o llevar a cabo
con más o menos éxito o 'efecto' propuestas que favorecen un entorno de interés
o, a un número determinado de profesionales, tiene que ver con gestionar la
sanidad. Eso implicaría conocer el sistema, marcar un rumbo concreto sobre el
análisis de necesidades poblacionales marcadas por el control de la
comorbilidad, por la promoción y prevención, por el reto demográfico actual y
su contexto socioeconómico, por los nuevos modelos sociales, los diferentes
retos profesionales y las necesidades de organización y cobertura con respecto
a lo anterior y su financiación 'ad hoc'.
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