Puede ser que la sobrecarga del contexto político actual,
amenizado por las recientes elecciones 28M, haya restado interés a las
cuestiones importantes del ámbito y área de la salud, y ello preocupa. Si bien
es cierto que las estrategias y las decisiones tomadas en salud suelen estar en
cierta medida relacionadas con 'prioridades' políticas, no es menos cierto que
los programas de prevención y promoción de la salud (menos 'vistosa' e
impactante para el ciudadano) queden relegados a otro orden de 'prioridades'.
Es por ello, que los programas o acciones en prevención y promoción que son
llevadas a cabo por los profesionales a veces queden huérfanos, sin suficiente
respaldo institucional o sin recursos para el mantenimiento, dotación y
continuidad, en definitiva, para la sostenibilidad y eficiencia de los mismos.
Hay varios ejemplos al caso y de calado, pero en este
reciente 31 de mayo, Día Mundial Sin Tabaco, el impacto institucional en
nuestro entorno y, hacia organizaciones, ciudadanos y población en general ha
sido testimonial y de bajo efecto. Más operativo y con impacto para la
población, aquello que se ha realizado en algunos ámbitos asistenciales gracias
a los profesionales implicados (no de escaparate como en otros). Cada 31M
conviene recordar: los riesgos que suponen el consumo de tabaco para la salud;
el deber de continuar con el amplio abanico de políticas eficaces y recogidas
en el Convenio Marco de la OMS para el Control del Tabaco, un tratado que
reafirma el derecho de todas las personas al máximo nivel de salud posible; y
la validación, una vez más, del compromiso político adquirido por parte de los
gobiernos, nacionales y regionales, para adoptar, mantener y evolucionar
cuantas medidas sean necesarias para reducir el consumo y mejorar la salud de la
población.
Se ha demostrado que las políticas y el dinamismo frente al
tabaco determinan el consumo, las economías y la mejora de la salud, entre
otros, pero no es suficiente.
El consumo de tabaco, sigue siendo la principal causa de
muerte prematura evitable en nuestro país; más de 50.000 muertes al año
provocadas por distintas enfermedades relacionadas con el consumo de tabaco,
nicotina y exposición al humo (cardiovasculares, epoc, hipertensión, diabetes…,
y hasta 20 tipos de cáncer). Enfermedades que limitan y merman progresivamente
la calidad de vida llegando a causar limitación, invalidez y muerte. Y que
representan también, un alto impacto y coste económico para la familia, la
sociedad, y para nuestro sistema sanitario. 140 muertes al día en nuestro país,
¿podríamos pensar en un avión con 140 viajeros que se estrella cada día?
Quizás al lector le sorprenda aún más conocer que la
pandemia de tabaquismo en el mundo se cobró más vidas en el periodo 2020-2021
que el propio covid 19.
Y es que, la salud es intervención en educación para la
salud, es promoción y prevención, es autocuidado, es evitar enfermar en lo
posible y por aquello que tenga que ver con la exposición a riesgos o hábitos
no saludables. Casi la mitad de todas las muertes por cáncer en Europa podrían
evitarse si todo el mundo siguiese las 12 recomendaciones del Código Europeo
Contra el Cáncer. Acciones que los ciudadanos pueden hacer o realizar por ellos
mismos o por sus familias para prevenir y reducir la aparición de cáncer. Más,
son los gobiernos y sus políticas quienes han de dar apoyo y respaldar dichas
acciones.
Por tanto, impulsar políticas de promoción de la salud y
prevención en tabaquismo ha de ser un compromiso político prioritario, activo y
continuado. Debemos promover y apoyar la cesación y avanzar sobre medidas que
eviten el enorme e innecesario sufrimiento, el coste económico y social, el
impacto medioambiental y las muertes que se producen cada año.
Conseguir que el consumo de tabaco sea residual es un
objetivo digno para la sociedad.
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